La Patria Inmobiliaria

“Los funcionarios de la Ciudad benefician a la patria inmobiliaria”

“Los que critican que en una villa se construyan casas de tres pisos, tienen prejuicios raciales.” El padre empezó con el cura Mujica hace 40 años en Retiro.

El sucesor del Padre Mujica en la Parroquia Cristo Obrero de la Villa 31 de Retiro sostiene que el déficit habitacional en la ciudad es desesperante. Con 76 años de edad y 30 de trabajo en la villa, el sacerdote José María Pichi Meisegeier señala que la construcción en altura es una tradición universal entre los pobres, y asegura que la superpoblación en los barrios humildes se debe a una relación corrupta entre los funcionarios políticos y las grandes corporaciones inmobiliarias.

–¿Cómo se ve hoy la Ciudad desde la Villa 31?

–Desde mi posición sacerdotal, y en los más de diez años de cura villero, viví etapas muy distintas pero todas muy duras. Hay una gran capacidad de sobrevivir en la gente, en el pueblo, en los pobres. Están con el agua al cuello, pero no se ahogan. Es como dice el jesuita y antropólogo venezolano Pedro Trigo, el pueblo vive en una actitud agónica. Es como alguien que cree que está a punto de morir, pero se resiste y da pelea.

Quien llega a Buenos Aires, o a la villa de Retiro, lo hace después de varias erradicaciones. Una persona, supongamos, del interior de Catamarca, pasa a una ciudad más céntrica, como Rosario o Córdoba; o de Paraguay hacia Formosa y luego a Capital Federal. O sea que se va desarraigando y pese a eso resiste, desafía a la vida más allá de todos los dramas que debe afrontar.

–¿Cuál es el problema central de la villa, en materia habitacional?

–El principal conflicto son las autoridades de la ciudad y su actitud ante la patria inmobiliaria, beneficiada por políticas y estímulos financieros. No hay ningún plan urbano para los pobres. Se crea Puerto Madero, la Corporación Retiro, la Corporación Sur, se fomenta una gran acumulación de countries en el conurbano que triplican la superficie de la capital. En la ciudad se ha permitido que se construyan más de 100 torres, que no son otra cosa que barrios privados en altura. Se trata de un emergente de las peleas entre intereses de las grandes inmobiliarias.

Las críticas porque se construyen viviendas con dos o tres pisos, son un prejuicio racial hacia los habitantes de las villas, porque no se dan cuenta que al no tener lugar para expandirse, para edificar para adelante o atrás, construyen para arriba. Yo invitaría a todos los que se quejan a que pasen por la villa 1-11-14, que lo hagan por la Avenida Perito Moreno, y ahí van a encontrar los mismo o que vayan al barrio Charrúa, atrás de la cancha de San Lorenzo donde hay casas de seis y siete pisos levantadas hace 20 años.

Es una realidad de toda América latina. Está en Bogotá, en Caracas, en Lima, en La Paz, en Cali, es una costumbre universal de los pobres.

–¿Esto tiene que ver con una superpoblación de la 31 de Retiro?

–El problema de las villas, claramente, es el aumento de sus habitantes. Pero no sólo pasa en la 31 de Retiro, pasa en todas las villas de la ciudad y también en el conurbano. Pese a que no le gusta, la gente se va a las villas, porque los desalojos son cada vez más frecuentes.

–¿Desde 1969 a la actualidad ha cambiado la manera de ser de la gente de la villa?

–Lamentablemente las políticas neoliberales también atravesaron a las clases más humildes. Esto del “sálvese quien pueda”, también está en la villa. Este consumismo de pretender la última zapatilla o la ropa de marca, también se ve en los barrios más humildes. Por otra parte aumentó, desde la última dictadura militar hasta acá, la clientelización de la población de las villas y sobre todo en Retiro.

–¿Si usted tuviera que elegir un lugar que represente a Buenos Aires, cuál sería?

–Es una ciudad muy diversa. Hay un cosmopolitismo generado por todo el aluvión migratorio y por toda la gente del interior que viene a los lugares más pobres. Yo no sabría qué contestar, ahora vivo en Palermo, y estoy bien. Durante los años que viví en la villa también estaba bien. Ahora me dedico a cosas más técnicas, que conviene que estén un poco separadas del interior de la villa, como cuando comenzamos a construir viviendas durante la época de las erradicaciones. Igual voy varias veces por semana.

–¿Qué recuerda de sus primeros años en la 31 de Retiro?

–La alegría con que se vivía en la Villa. La gente salía a la noche a saludarse, a tomar un vaso de vino con los vecinos, esa es una alegría que observé en otros barrios. En año nuevo se comía en la calle, en carnaval se bailaba en los pasillos, era una alegría comunitaria. La gente se encontraba, por más que después anduvieran a los tiros.

–Más allá de las políticas neoliberales, ¿cuánto tiene que ver con estos cambios el aumento del consumo de drogas?

–Esa es la famosa utopía química que se ha metido en muchos niveles sociales, además de la alarmante aparición del Paco. Es tan barato de producir, por ser un desperdicio de la cocaína, que ni siquiera tiene precio para exportar. Esto implica que se comercializa aquí, porque se produce aquí. Es un indicador tremendo de cómo aumentó la fabricación de drogas en el área urbana y sobre todo suburbana.

–¿La gente de Buenos Aires es solidaria o indiferente?

–Ambas caras aparecen. Uno trata de rescatar lo positivo, el aspecto más solidario, aunque por estos tiempos aparezca más arrinconado. A todos nos cría Dios y luego nos juntamos con quien nos parece. Hay que saber juntarse con quienes quieran vivir un mayor encuentro y más fraternal.

–¿Usted recuerda una situación tan grave con respecto al déficit habitacional en la Capital Federal?

–Una situación muy cruda se produjo cuando el dictador Juan Carlos Onganía liquidó todos los ingenios de azúcar en Tucumán. Recuerdo que en aquel momento vi llegar infinitos contingentes de personas en cientos de trenes. Era todo un pueblo que migraba, un verdadero éxodo. Tuvieron que vender sus caballos, sus tractores y sus carros por dos pesos. Quisieron hacer una reconversión que no les salió para nada. La gente salía de Tucumán rumbo a Mendoza, Rosario y Buenos Aires. Esa también fue una situación muy trágica. [Miradas al Sur: Agustín Álvarez Rey]